sábado, 27 de julio de 2013

Un natural instante

Un natural instante
El otro día estaba en el comedor universitario y entre tantas cosas que pensaba y veía, cosas como las horas que faltaban por estudiar, el fin del ciclo, los exámenes finales, lo picante que estaba la comida (mi enemigo: el picante), el tiempo que iba a trabajar aquél día y el dinero que tenía que juntar; los estudiantes que entraban y salían del comedor, la chica con minifalda en pleno pleistoceno limeño que entregaba su charola al “lava charolas”. Es decir, tantas cosas artificiales o creadas por el hombre estaban a mi alrededor (y sin contar con la chica) que de pronto me di cuenta que tenía algo tan hermoso y natural en mis manos, más natural que la sopa incluso, la cual seguramente fue preparada con mucho amor y sin estrés por el único chef de un comedor para mil estudiantes; así, más natural que aquella, la tenía en mis manos. Se trataba de una simple y esférica naranja, que a diferencia de toda la exquisita (y picante) comida preparada, era el único alimento sin intermediarios humanos para ser lo que es. Ningún Einstein, Hawking o Gastón Acurio podría crear algo así, tal y como lo hace la misma Tierra. No, ni siquiera Heisenberg (el ilusionista) y su truco del árbol de naranjo, aunque por un instante le creí, bueno hasta que el detective descubrió el truco al final de la película. Nadie.

Por un momento me quedé observándola y dejé de pensar en mis exámenes, en los libros que aún me faltaban por estudiar, etc. La naranja y yo éramos uno solo, me cautivó su color naturalmente perfecto o quizá me cautivó la sensación de tener algo tan natural en mis manos en medio de tanta tergiversación naturalmente humana; en fin, lo importante era que muchos minutos me parecieron tan sólo un instante o como le llamé, un natural instante.

Es curioso pensar que solemos trabajar con la sensación acogedora de que el fin de semana llegará pronto para relajarnos, para disfrutarnos y disfrutar de los placeres humanos y espirituales con los amigos, nuestra pareja o con nosotros mismos. Siempre anhelamos la sensación de paz y placer físico-mental; sin embargo creo que deberíamos de prestarle más atención a las cosas, pocas cosas a veces, naturales a nuestro alrededor; así como ver el cielo y perdernos entre las nubes, aunque aquí en Lima casi siempre sea gris, por algo le dicen "Lima, la gris", pero la verdad no me percaté de eso hasta hace poco. Quizá no le presté atención a lo gris del cielo hasta que maduré más y mi vida se tornaba más gris.

La guardé en mi maleta como un tesoro, levanté mi charola junto con los cubiertos, el tiempo, mis tareas, los humanos y mi estrés, se los entregué al lava charolas y salí a continuar el día.


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